Cuando empecé a tomar clases de tango,
sentí que era la actividad que más hacía conectar con el otro, Con
el compañero de baile. Y resultó cierto. Si no conectas no bailas,
o no bailas bien, o no lo disfrutas.
No me imaginaba yo cuan profundo me
haría conectar conmigo.
Tienes que llegar a encontrarte dentro
de ti.
Las emociones pueden fluir suavemente o
como una avalancha.
Las avalanchas te dejan exhausta pero
también te dejan un mensaje escrito en el cuerpo.
De pronto tengo más conciencia de mi.
De pronto mi clase de tango se
transformó en otra clase.
Mis emociones me desbordaron, pudieron
conmigo y por un momento me abandoné dentro de mis lágrimas.
Pero mi maestro tenía razón, este
tsunami emocional dejaría un sedimento positivo, había que darle
un poco de tiempo a que bajaran las aguas y lo bueno tomaría su
lugar.
El tango y la vida se parecen. Como en
un espejo se refleja como eres.
Es un camino interesante de auto
descubrimiento. Uno que puede contarte cosas de ti mismo que no
sabías.
Me puse de pié y empecé a sentir cada
parte de mi cuerpo de una forma diferente, nueva. La mujer que soy y
la que baila tienen que encontrarse en un un punto. Tienen que
compartir algo más que lo zapatos de tacón.
La pasión que hay en mi para vivir ha
de salir a bailar, con las mismas ganas la misma fuerza y la misma
alma.