lunes, 6 de mayo de 2013

Sensaciones


El olor a lluvia, a tierra mojada, a naturaleza fresca penetró por mi nariz, llegó al cerebro y allí desató una tormenta de sensaciones.

Los días de lluvia de mi infancia vinieron a mi encuentro, vivíamos en una casa con jardín y cuando llovía toda la casa olía a pasto mojado. Y luego recuerdos más nuevos, más cercanos también se hicieron hueco en la imagen y en la lluvia de sensaciones que me trajo la lluvia que caía suavecita, sobre mi calle llena de árboles en plena explosión primaveral.

Esa lluvia mansa, que apenas si hace ruido al caer, como un toquecito seco, como cuando sigues el ritmo de la música con un dedo en la mesa de un bar.

Mi calle estaba especialmente iluminada y tapizada de puestos de feria que le daban un aspecto más mágico, un aire de fiesta alegre y animada, con olor a queso del bueno y a jabones artesanales y a artesanías que no huelen pero se tocan y se lucen en el cuerpo y en la piel.

Las luces, la lluvia, los olores que despiertan los sentidos, disparan los recuerdos y nos llevan de repente a otro tiempo y otro escenario.

La llave grande la del portal de abajo me devolvería a la realidad pero para mi sorpresa ya dentro de mi casa, con las ventanas abiertas el olor a lluvia lo invadió todo y seguí dentro de la niebla de emociones y la magia de la feria de mi calle allí abajo.

Respiré hondo muy hondo para no perderme nada. Respiré muy hondo para que me llegara este oxígeno puro a todas las células de mi cuerpo, para limpiar mi mente, y para aquietar el espíritu.

Me sentí plena, cerré las ventanas que empezaban a golpearse con el viento y me senté a escribir.

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