Mi brazo en contacto con el tuyo, mi mano rozando tu espalda, mi mano derecha en tu mano. Mi pecho muy cerca del tuyo, puedo sentir tu respiración y el latido de tu corazón.
Tu respiración me dice si te detienes
o si avanzas. Tu pecho marca la dirección y tu abrazo me guía. Tu
mano en mi espalda me contiene.
Tu intención me lleva hacia un lado u
otro, y fundida en tu abrazo y en la música, un tango de Pugliese se
convierte en un paseo por las nubes.
Ese abrazo de tango que nos conecta, tu
me dices donde vamos, yo escucho tu mensaje, voy donde me digas. Mis
pies dibujan en el suelo un ocho adelante, un ocho atrás, un boleo,
o una pausa, seguida de una nueva intención.
En ese abrazo tanguero nos fundimos,
disfrutamos de la música y por tres minutos el mundo se para, nada
más existe, solo esta comunión entre dos que se conocen o que no se
conocen, que tal vez no vuelvan a verse, o que se encuentran cada
domingo en la milonga para compartir este sentimiento, este momento
mágico.
Ese abrazo de mensajes, de música, de
sensaciones, en el que tu expresas todo lo que el tango te sugiere y
yo interpreto lo que me propones con mi propia emoción.
Ese abrazo que nos permite a todos por
un momento vivir intensamente una pasión.
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