Lo esperó sentada en la
semi oscuridad del salón, dejó solo una luz muy tenue y un par de
velas encendidas.
El llegó un poco más
tarde de lo habitual, dejó como siempre las llaves y el portátil en
la mesita de la entrada.
Le pareció raro que no
hubiera mucha luz ni ruido , la llamó desde allí – Ana, estás en
casa?
- Aquí , respondió
ella, con voz tenue como la luz del salón
Mientras se acercaba al
sofá con la mano extendida le miró curioso y preguntó, - estás
bien? Y le acarició la mejilla
-
Perfectamente. Mientras, extendió su
mano y la pasó por su pelo. Le encantaba hacer esto, el tenía un
pelo suave y a ella le gustaba esa sensación entre sus dedos. Luego
dejó su mano en la nuca de el y lo atrajo hacia si para besarlo
suave al comienzo y más apasionadamente luego.
El no tardó en
reaccionar. Se quitó los zapatos con los pies, no quería dejar de
besarla ni de tenerla entre sus brazos.
Luego dejó caer la
americana al suelo.
Se fueron desvistiendo
despacio el uno al otro. Disfrutando de cada botón que se abría, y
cada trozo de tela del que se desprendían.
Se rozaron piel con
piel, ella le acarició muy suave con la punta de sus dedos. El le
respondió con sus labios y sus manos
El contacto de la piel
en pleno apogeo.
Se disfrutaron despacio,
se tomaron su tiempo se dieron todo cuanto querían. Llegaron a
destino y gozaron a pleno de cada detalle del paisaje. Un verdadero
viaje de placer.